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Tenias que ser tu

Capítulo 10

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Registrada en SAFE CREATIVE Bajo el código: 2011045801413 TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS © Después del desmayo de la madre de Fernando y de que el doctor le comentó que debía quedarse en cama, fue evidente que los planes que tenía el joven de salir a visitar a su tío y preguntarle sobre las cartas, tuvieron que posponerse. Fernando, se quedó todo el día en casa, viendo su padre madre cada cierto tiempo y explorando los jardines mientras pensaba en Paula de la O, en el día que había pasado con ella en la playa y todas las cosas que habían platicado. Era evidente ella le interesaba, no sabía todavía de qué forma pero no podía dejar de recordarla al grado que pensaba más en ella que en su propia prometida, Natalia Martí que había pasado a segunda instancia. Él le había dicho que iría a visitar a su madre para avisarles sobre la boda que tendrían en Barcelona en diciembre, anuncio que todavía no había hecho ya que había llegado directamente a disfrutar de sus amigos y de la vida que llevaba ahí. Sin embargo, Natalia no planeaba ser olvidada muy pronto y mientras él caminaba por los jardines volvió a llamarle para encontrarse con la sorpresa de que su prometido en si se encontraba finalmente en su casa y podría hablar con él; Fernando no estaba muy contento al respecto. ―¿Diga? ―¡Amor!― expresó la chica emocionada― ¡qué milagro que te encuentro!, ya te extrañaba. ―Igual―respondió él mientras veía los libros en la oficina de su padre dónde había tomado la llamada ―¿cómo va todo? ―Muy bien, el proyecto en Nueva York va tomando forma y pronto deberemos ir a la inauguración, incluso creo que me dará tiempo para poder comprar mi vestido de novia en los locales de la Quinta Avenida, estaba pensando en un Vera Wang, ¿qué te parece? ―Pues…― respondió el un poco confundido― si ese es el diseño que te agrada puedes comprarlo. ―Estuve viendo ya unos modelos que creo irían perfecto con mi tipo de cuerpo, aunque estaba espantado que tal vez debería ser un poco más abrigado, ya sabes hará frío en Barcelona cuando nos casemos. También ya aparté el lugar, tan Gaudí, tendremos unas fotos maravillosas. ―Ya me imagino. ― Responde seco mientras saca la caja donde el telescopio de su padre se mantiene guardado. ―¿Ya le dijiste a tu madre? ― Pregunta animada. ―Aún no, he estado un poco ocupado y ella se ha sentido muy mal estos días, ya sabes la presión. ―¡Uy!, qué mal plan, aunque ella no me ha dicho nada en estas dos últimas veces que le he hablando. ―No le gusta decirlo, piensa que es de mal gusto. ―Tu madre tan decente, espero pronto poder verla, ya la quiero saludar. ―Y yo quiero que la saludes― contesta Fernando tratando de termina la llamada para poder salirse de ahí y alcanza a Paula antes de que llegue a su casa―amor, tengo que irme, debo comprar la medicina de mi mamá antes de que cierren la farmacia. ―Si, lo comprendo― suspira― ¿Fer? ―Dime. ―¿Aún te quieres casar conmigo verdad? ― Le preguntó con una voz chillona y en un tono de ruego que no fue mucho de su agrado. ―Claro que si. ―Te amo. ― Murmura la joven y Fernando sonrió. ―También te amo― respondió y en cuanto escucho que su novia terminaba la llamada, colgó el teléfono y entre sus manos tomó el telescopio que había revisado durante la plática. Estaba perfecto, tal y como su padre lo tenía cuando él era pequeño. Salió de la oficina y sin avisarle a nadie, salió de su casa para ir directo a ver a Paula de la O, ya que le había prometido que le tendría una sorpresa que él estaba seguro que le fascinaría

Subió a la camioneta que antes había sido de su padre, una Pick Up de color rojo, que estaba sumamente bien cuidada a pesar de los años que llevaba y acomodó el telescopio en la parte de atrás, para luego manejar hacia casa de ella que justamente iba llegando cuando la intercedió antes de abrir la puerta. ―Buenas noches señorita de la O― le dijo simpático haciendo que ella volteara― ¿qué te pasó? ― preguntó al ver el labio lastimado. ―En el almacén, me pegué con la orilla de una caja― dio de pretexto y aunque no estaba acostumbrada a mentir, no quería que él se enterara de lo que había pasado por haber salido la noche anterior. ―Qué lástima, tus bonitos labios no se merecen ese golpe― respondió. Paula abrió la puerta de su casa y Fernando se bajó de la camioneta para evitar que entrara― ¡No!, espera… quiero que vengas conmigo. ―¿Qué? ―Recuerdas que te comenté que tenía una sorpresa para ti, y tiene que ser esta noche no puede ser ninguna otra. ―Fernando― murmuró ella acordándose de lo que había sucedido y las consecuencias que le había traído el juntarse con él― esta noche no puedo tengo que… ―No tiene nada que hacer. ― Interrumpió Eugenia desde la ventana de la cocina. Resultó ser que su amiga se encontraba haciendo la cena cuando escuchó la conversación afuera y supo que tenía que intervenir. Paula la vio con un rostro de “qué estás haciendo” pero a ella no le importó, simplemente se dió la vuelta y en unos minutos se encontraba en la puerta. ―Hola Eugenia. ― Le saludó amablemente Fernando mientras le sonreía. ―Hola, Paula no tiene nada que hacer hoy por la noche, así que puede ir a dónde la lleves. ―¿Qué?― Preguntó la chica. Eugenia la jaló hacia adentro de la casa―un momento Fernando en un momento está contigo. ― Le comentó y luego cerró la puerta para hablar con ella. ―¡Estás loca!― expresó Paula en un murmuro―¿qué no recuerdas lo que pasó ayer? ―Sí, pero te está invitando a salir, ¡qué no ves! ―Y ¿qué? ―Y nada, vete, yo te cubro. Tu tía está dormida por la migraña y tu padre se cae de borracho en la oficina, nadie notará que no estás, anda ¡ve! Paula dudó por un segundo pero después sonrío―¿qué les dirás? ―Que llegaste directamente a dormir, aún así ni se darán cuenta Paula, anda vete. Eugenia volvió a abrir la puerta y en seguida vieron a Fernando Saramago recargado sobre la puerta de la pickup, con los brazos cruzados a la altura del pecho y con una sonrisa de infarto. ―¿La convenciste? ― preguntó. Eugenia asintió con la cabeza y luego cerró la puerta de la casa dejando a Paula afuera. Fernando abrió la puerta de la camioneta y la invitó a que se subiera. Paula lo hizo sin dudarlo y cuando él se subió del otro lado le sonrió. ―¿A dónde vamos?― Preguntó curiosa. ―Es una sorpresa, espero te sigan gustando las sorpresas Paula de la O

― Le dijo en un tono tan sensual que hizo que ella se sonrojara. Fernando, arrancó la camioneta y sin pensarla dos veces se alejaron de ahí sin pensar en nada más que el estar juntos. Él salió del centro para tomar de nuevo la carretera, está vez hacia arriba del cerro y no hacia la bahía como lo había hecho ayer. Tomó el camino curvado, manejando con cautela, para después llegar al único mirador que el puerto tenía para poder ver las estrellas y el mar. Paula iba fascinado con el viento fresco que entraba por la ventanilla del auto, con el sonido de la naturaleza, con ese sensación de libertad que tanto le gustaba sentir cuando estaba con Fernando y la llevaba más allá de la zona donde ella solía caminar. Al llegar al mirador, sonrió al percatarse que se encontraban completamente solos y que no tendría que preocuparse por lo que dijeran al día siguiente. ―¿Qué haces aquí? ― preguntó al salir de la Pick up. Fernando abrió la puerta de la cajuela, se subió fácilmente sobre ella y le mostró el telescopio que traía―¿lo recuerdas?― preguntó con una sonrisa. Los ojos de Paula brillaron mientras una sonrisa se revelaba en su rostro― ¡Claro que sí! Es el telescopio de tu padre, el que tenía en su despacho junto a la ventana. ―Lo es, recordé lo mucho que te gustaba ver el cielo con él y me enteré que hoy hay luna rosada y pues… aquí estamos. Paula suspiró, tenía años que no veía la luna así de cerca. Su padre le había roto el telescopio que ella tenía una vez que borracho había caído sobre él, después de eso, ella solía salir al jardín de su casa, recostarse sobre el césped y ver simplemente al cielo aunque a veces no le era posible. Fernando la tomó de la mano y le ayudó a subir a la cajuela, ella lo hizo con una maestría impresionante―supongo que todavía sabes acomodarlo, ¿no? Paula sintió y comenzó a ver por el ocular mientras movía el buscador para enfocar la luna que yacía arriba sobre el mar brillando esplendorosamente y mostrando su color rosado. Fernando se acercó a ella para ponerse detrás de ella y ver cómo enfocaba con mucho cuidado. ―¡Ya está!, ¡mira!― Volteó Paula a verlo y de pronto sus rostros se encontraban tan cercanos que pudieron sentir la respiración uno del otro. Fernando vio la preciosa luna llena por el ocular y sonrió, definitivamente su amiga estaba destinada a ver las estrellas y era una lástima que no pudiese hacer tan seguido. Se alejó para volver su rostro y verla de nuevo, con ese brillo en sus ojos tan particular que le hacía sonreír. ―Es hermosa― murmuró mientras la veía a ella. ―Sí, la luna rosa es preciosa y única, en otros países la asocian con la cosecha de las rosas, y también con la luna caliente, debido al comienzo del verano en el hemisferio norte― hablo Paula sin quitarle la vista al cielo. ―Muy, muy hermosa― repitió él mientras no despegaba la vista de Paula que bajo el reflejo de la luna se veía tan hermosa, atractiva, sensual que no pudo contenerse más y sin poder evitarlo le murmuró ―te ves muy bonita hoy. Paula, al sentir la mirada de Fernando volteo a verlo al rostro haciendo que sus pupilas se cruzaran de inmediato― gracias. ― Murmuró tímida a sabienas de que su ojo traía un ligero color morado. Pero Fernando no veía eso, ni el labio inflamado, él veía a Paula de la O, la guapa mujer que se encontraba frente a él y que sin querer se había apodeardo de sus pensamientos. No resisitió más, dejó el telescopio y tomando su rostro con ambas manos pronunció aquella frase que hace tiempo atrás le había dado el mejor momento de su vida― Paula, bésame, te lo pido