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Tenias que ser tu

Capítulo 26

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Registrada en SAFE CREATIVE Bajo el código: 2011045801413 TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS © Paula se quedó en silencio. No podía creer lo que su tía le estaba diciendo, es más, no le creía en absoluto. ―¡Estás loca!, eso no es verdad. ―Lo es― aseguró Francisca― siempre te quejas de que ninguno de nosotros te dice la verdad, así que te la digo directamente, tú y Fernando son medios hermanos, siempre lo supimos, nunca te lo dijimos. ―¿Lo supimos?, ¿quienes?, ¿quieres decir que mi padre lo supo todo el tiempo y no me dijo nada? ― preguntó Paula enojada. Francisca sonrió, luego se acercó a Paula para acariciar su cabello lacio y dorado y se mordió los labios ― claro que si, pero era evidente que no creerías esta noticia de los labios de un borracho, ¿o sí?, por eso te lo digo yo, eres media hermana de Fernando y nuestra insistencia en que dejes de estar cerca de él ha sido del todo nula, así que espero que con esto te quede claro que no debes estar cerca de él. Paula se encontraba asombrada, ¿cómo era posible que después de años le confesaran una situación como esta?, su padre estaba terriblemente enojado con su madre cuando ella murió, seguro le hubiese dicho algo en su despecho. ―No te creo― volvió a repetir la chica alejándose de su tía. ―Bien, no me creas, ¿por qué no vas a casa de Minerva de Saramago y le preguntas? ― le sugirió Francisca. ―No, le iré a preguntar a mi padre, él jamás me mentiría. ―Eso es lo que crees, tu padre te ha mentido toda tu vida ¿qué te hace pensar que hoy te dirá la verdad?, sobre todo cuando está borracho y recostado sobre su cama, adolorido de la golpiza que le pegaron los usureros. Paula, sin prestar atención, subió las escaleras que llevaban hacia el corredor de las habitaciones y abrió la puerta del cuarto de su padre para encontrarlo recostado sobre la cama con el rostro inflamado, el cuerpo adolorido y dos botellas de tequila al lado. ―¡Papá!― habló firme Paula. Don Santiago no reaccionó, se encontraba completamente ahogado de borracho, y no sabía ni siquiera quién era la persona que le estaba hablando en este momento. Paula lo movió un momento para ver si esto hacía que él reaccionara, pero lo único que recibió fue una queja y de nuevo ronquidos que olían a alcohol. ―¡Por qué nunca estás cuando te necesito!― Expresó enojada. Paula volteó a ver a Francisca que se encontraba recargada sobre el marco de la puerta, con una sonrisa cínica donde se notaba que estaba disfrutando del momento― iré a hablar de frente con Minerva de Saramago porque esto no se puede quedar así. ―¡Ve!, hija mía, ¡ve!, te juro que es verdad, jamás te mentiría, o ¿sí? ― dijo su tía. Paula la miró a los ojos ― creo que llevas mintiéndome toda la vida tía ― respondió. Paula salió del cuarto totalmente furiosa. No podía creer lo que su tía le había dicho, era una total incoherencia. Ella y Fernando no se parecían en nada, ni siquiera físicamente, no tenían ni un rasgo que pudiese unirlos. Así que decidida a saber la verdad, salió de su casa, tomó el primer taxi qué pasó y sin titubear pidió que la llevaran a casa de los Saramago para poder aclarar esta mentira de una vez por todas y así probarle a su tía que estaba equivocada. Atravesó la plaza llena de gente, después entró por los caminos que llevaban hacia la calle donde se encontraba esa lujosa casa que cada vez que iba le traía grandes recuerdos, y al llegar se percató que la camioneta del padrastro de Fernando no se encontraba por lo que eso quería decir que Minerva se encontraba sola y eso era justo lo que ella deseaba. ―Gracias― le agradeció al chofer tan sólo se bajó. Paula se dirigió hacia el portón de madera y tocó tres veces, fuerte, para que la escuchara Hortensia la mujer del personal de limpieza

Minutos después ella abrió sonriente y al ver a Paula se sorprendió ―¡qué haces aquí Paula! ― le advirtió ― ya sabes que a la patrona le molesta que vengas. ―No me importa, ¿dónde está la patrona? ― preguntó mientras se abrió paso entre Hortensia y la puerta para poder entrar. ―¡Ay Paula!, está con la señorita Natalia en la sala planeando todo lo de la fiesta. ―Mejor― respondió y, entrando por la cocina, se dirigió hacia la sala donde inmediatamente Natalia le echó un vistazo y le anunció a Minerva que ella se encontraba ahí. ―¡Paula!, ¡qué gusto!― fingió Minerva. Esta vez Paula no fue tan cordial como lo había sido en el local, por lo que su rostro no reflejaba más que un enorme coraje por lo que estaba pasando. ―¡Es que usted jamás se da por vencida!, ¿cierto? ― Preguntó mientras Minerva la veía fijamente a los ojos. ―Pero Paula, ¿de qué estás hablando? ― No sólo le basta con inventar rumores sobre mí y mi madre, enloquecer a mi padre con todo lo que “según” dicen sobre mí, si no que ahora está diciendo que Fernando y yo somos medios hermanos, ¡cómo se le ocurre eso! ― gritó. Natalia se quedó con la boca abierta al escuchar lo que Paula de la O le decía a la que sería su próxima suegra sin embargo, Minerva no hizo ningún gesto, al contrario, tomó la noticia con mucho tiento. ―¿Por qué piensas que lo estoy inventando Paula de la O?― respondió. Paula abrió los ojos sorprendida, ¿sería esta una confirmación de Minerva de Saramago? ― no le creo nada. ―Sabía que esto saldría a la luz en algún punto, lo único que no pensé es que fuera justo en este momento, ¿por fin tu padre se atrevió a decirte la verdad? ― le preguntó. ―No, no es cierto. Esto que usted está diciendo no es cierto, soy hija de mi padre Santiago de la O y de mi madre, lo que usted está diciendo es una mentira. Natalia seguía viendo atentamente a las dos. No sabía mucho de que se trataba la situación pero le interesaba, ya que comenzaba a sospechar que existía algo entre su prometido y esa mujer rubia que se encontraba frente a ella. Minerva caminó hacia la mesa que se encontraba cerca de la ventana que daba al jardín, tomó un vaso vacío y lo llenó de agua de limón. Después, viendo a Paula a los ojos, le dió un sorbo y se refrescó la garganta. ―¿Por qué crees que tu vida cambió tanto cuando tu madre murió?― le preguntó a Paula que no dejaba de mirarla fijamente. ―Porque usted empezó a inventar rumores sobre mí, sobre ella ― respondió la mujer con firmeza― porque usted se ha encargado de hacer mi vida un infierno. ―¡Cómo no iba a hacer de tu vida un infierno Paula de la O!, cuando eras le prueba de que mi marido me engañaba desde siempre, ¡dime cómo no iba a hacerlo!― expresó. Minerva en su coraje tiró el vaso a los pies de Paula haciendo que se rompiera justo debajo de ella, provocando que ella se hiciera para atrás― eres la razón principal por la que mi familia y mi vida es una farsa, ¡una vil farsa!, tu madre me quitó a mi marido y ahora tú quieres quitarme a mi hijo y eso jamás te lo voy a permitir. ―¡No le creo nada!, necesito pruebas de lo que me está diciendo es verdad― replicó Paula. ―Bien― respondió con firmeza y caminó hacia la oficina de su marido para luego abrir el cajón y sacar un caja de madera. Paula, quien la había seguido hasta ese lugar la esperaba impaciente con los brazos cruzados a la altura del pecho y pegando repetidamente contra el suelo con el pie. Minerva buscó entre los papeles que tenía para después sacar una carta que inmediatamente se la entregó a Paula que la tomó entre sus manos

―Ahí está la prueba, léela― habló Minerva decida. Paula abrió la carta e inmediatamente comenzó a leer soy contenido. Era una carta de amor, con fecha de hace años atrás dirigida a Fernando Saramago, donde confesaba que su marido no lo sabía pero que estaba esperando una niña y que pronto nacería para alegrar sus vidas. Al final la firma “Te amo y te extraño, siempre tuya, C. Mier" se encontraba al final. ―Esto no es cierto, usted lo está inventado― dijo Paula a pesar de que el apellido de soltera de su madre estaba ahí. ―No Paula, deja de negarlo. Sabes muy bien que esto es posible porque ellos se conocían desde hace mucho tiempo, mucho antes de que Fernando se casara conmigo, es más… ¿quién presentó a Claudia a tu padre?, ¿recuerdas?, mi marido. Paula se quedó en silencio con la carta entre sus manos viendo a Minera, hasta que la voz de Fernando les interrumpió. ―¿Qué es lo que está pasando aquí?― preguntó. ―¡Fernando!, ¿qué te ha sucedido?― expresó de inmediato Natalia al verlo entrar con el rostro lleno de golpes. ―Nada, estoy bien― respondió―¿quiero saber qué es lo que está pasando? ― insistió. ―Pues ― habló de nuevo Natalia ― tu madre le estaba diciendo a Paula que tú y ella son medios hermanos. ―¡Qué!― expresó Fernando sorprendido al escuchar las palabras que su prometida le estaba diciendo. Alejándose de Natalia se acercó hacia su madre y Paula ―¿cómo es que somos hermanos?, ¿cómo es eso posible?―Así como lo escuchas hijo, una de las razón por las que no quería que estuvieras cerca de ella es ésta, Paula y tú son medios hermanos y las pruebas están aquí. Paula sin mirarlo a los ojos le dio la carta que había leído mucho antes de que él llegara y luego esperó a su respuesta. Fernando alzó la vista, al terminar de leer, y vio directo a su madre. ―¿Cuándo te enteraste de eso?― preguntó. ―Guardando las cosas de tu padre después de su muerte. Ahí me enteré justamente que no sólo me habían engañado ahora si no desde antes y que producto de esta relación es nada más ni nada menos que Paula de la O. Fernando volteó a ver a Paula quien en seguida le miró a los ojos― no, esto no puedes ser posible― murmuró, mientras sentía como se alejaba un poco más de la mujer que amaba. ―Acéptalo, es verdad ― habló Natalia provocando que Minerva volteara a verla― si les soy honesta yo si encuentro parecido entre ustedes. Sin embargo, Fernando ignoró el comentario de Natalia que sabía ya había sido influenciada por su madre, y simplemente se fijo en Paula de la O. Era definitivo, su destino estaba marcado, amarla era un error. ―Paula― murmuró él mientras sus miradas se cruzaban― tu no puedes ser mi hermana, yo te amo― confesó sin impártale si Natalia le escuchaba. ―Pues al parecer eso no es posible ― expresó ella en tono frío ― tú y yo somos hijos del mismo padre― sentenció y se dio la vuelta para salir de ahí