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Tenias que ser tu

Capítulo 28

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Registrada en SAFE CREATIVE Bajo el código: 2011045801413 TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS © Paula de la O, al contrario de Fernando, caminó sin rumbo fijo por todo el puerto, alejándose de la casa de los Saramago y tratando de sobrellevar todo lo que le habían dicho, ¿cómo era posible que al final su madre hubiese sido amante de Fernando Saramago y haya engañado a su padre diciéndole que era su hija? Sin embargo, ahora varias actitudes tenían sentido, tal vez su padre se había percatado de esa noticia y por eso había perdido el interés en cuidar de ella y lo único que deseaba era perder todo. Tal vez por eso sentía solo, porque sabía que la única compañía que le había dejado su mujer ella a una niña que no era sangre de su sangre y por eso había llamado a su tía para hacerle compañía ya que ella se parecía tanto a su madre que era un vago espejismo de lo que serían envejecer a lado de la que alguna vez fue la mujer de su vida. Todo, absolutamente todo tenía sentido, los desprecios, la soledad, el abandono. No sólo su madre la había dejado sola si no con un padre que no era el suyo y éste ahora desquitaba todo su dolor y furia con ella; si Paula lo hubiese sabido desde el principio hace mucho tiempo se hubiese ido. Paula, continuó caminando más allá de la plaza principal, más allá del malecón, hasta que llegó un momento donde no había casi nada de gente. Quería estar sola, alejarse de todo lo que le rodeaba, no tenía donde ir, ni dónde estar. Por primera vez en todo este tiempo era huérfana, sin hogar y ahora sabía que todo lo que había hecho para mantener todo el pie no había valido la pena. ―Tantos años así Paula y mira en que terminó. Debiste salir de este lugar hace mucho tiempo, debiste sacar esa maleta que había debajo de tu cama e irte. Ahora eres una mujer amargada y solitaria, una que no se permitió soñar para no lastimarse. La mujer que trabajó pensando que haría la fortuna necesaria para poder salvar lo que consideraba su hogar― dijo el voz alta mientras entraba caminando a una playa solitaria, a la única a la que le gustaba ir― lo único que haz conseguido de aquí es que te maltraten, te insulten y te lastimen para que al final nada haya valido la pena. Eres hija de una madre adultera y hermanastra del único hombre del que te haz enamorado en la vida, eso lo llamo un destino jodido. Ella se sentó sobre la arena, bajo una techo de palma, justo frente al mar. Se quitó los zapatos para sentir el la arena bajo sus pies, encogió sus piernas hacía su pecho, para finalmente recargar su cabeza sobre las rodillas y quedarse así viendo hacia donde rompían las olas y sintiendo la brisa refrescante. A Paula le gustaba imaginar que un barco venía por ella, que la subía y la llevaba lejos de aquí, a un lugar donde nadie la conociese, donde fuese un fantasma y la dejaran en paz. El irse, era un sueño muy recurrente que tenía, uno por el que había ahorrado durante un tiempo hasta que tuvo que usar el dinero para ayudar a su padre cuando lo metieron por primera vez de urgencia al hospital por los problemas del riñon y del hígado. Ahora sólo era una fantasía, una que ya no debería ni siquiera considerar, tenía que bajar a la realidad, hundir los pies sobre la tierra y saber que su destino ya estaba echado y que ya veía venir el momento de su consolidación. Por primera vez en toda su vida, Paula de la O, se rindió, supo que era moment de dejar de luchar contra la corriente y dejarse llevar por lo que acontecía

―Tal vez debí casarme con Iván desde el principio y olvidarme de todo ― se volvió a repetir como solía hacerlo sin embargo, esta vez no terminó con un “esa no es la solución Paula”, simplemente no dijo nada maneniendo la idea en el aire y mejor recapituló todo lo que había pasado hace unas horas otras, no podía creer que Fernando y ella fueran medios hermanos y que evidenetemente lo suyo no tenía futuro, por más que hubiesen luchado; era totalmente ridículo. Así, pasaron las horas, una a una hasta que el sol comenzó a meterse en el horizonte, las preciosas nubes se tiñeron de un ligero naranja y amarillo, y el reflejo de la luna se hacía cada vez más claro. Iván llegó, justo cuando la primera estrella había salido en el cielo y con la luz del sol aún dando sus últimos destellos alumbrando la arena blanca y al mar. ―Pensé que no te encontraría ya, se está haciendo tarde― le dijo un poco serio cuando se acercó a ella para sentirse a su lado ― me preocupé cuando no fuiste a trabajar y después Hortensia me dijo que habías ido a cada de los Saramago. ―¿Tan rápido llegó el chisme? ― preguntó ella aún viendo hacia el mar. ―Hortensia fue a comprar unas cosas que faltaron al almacén, así que me lo dijo. Te busqué en la plaza y cerca de la casa de tus papás pero al no encontrarte supe que te habías venido para acá, a tu playa favorita. ―La mas lejana de todas― respondió ella y suspiró. ―¿Aún sigues enojada conmigo? ― preguntó Iván en un tono de inocencia que hizo a Paula sonreír ligeramente. ―Debo admitir que no me gustó nada que tú y Fernando de haya peleado, especialmente por una tontería tan grande. ―¿Tontería?, ese idiota está enamorado de la mujer que amo, para mi no es una tontería Paula, es algo importante. Debo admitir que me sentí sumamente amenazado ya que por años no había tenido competencia y ahora él llegó de tierras lejanas como un príncipe azul a conquistarte. ―Fernando,― respondió Paula ― él no creo que haya venido a conquistarme, y si esos son sus planes creo que ya no podrá llevarlos a cabo. Iván se quedó en silencio un momento, con el corazón latiéndole tan rápido que pensó se escuchaba tan fuerte como las olas del mar. Paula por fin volteó a verlo y con un rostro triste le dijo ― hoy nos enteramos Fernando y yo que somos medios hermanos. Iván abrió los ojos ya que no lo podía creer, ¿era verdad lo que estaba escuchando?, ¿Paula y él era medios humanos? Sin embargo, a pesar de todo lo que él había pensando, la única pregunta que pudo decirle a Paula fue―¿Qué? ―Así es, como lo escuchas. Al parecer mi madre le confesaba a Fernando Saramago que estaba esperando una hija y pues esa hija resulté ser yo. Ahora todo tiene sentido, la amistad de años, ese accidente que los mató a los dos, todo, absolutamente todo

Así que Iván ― dijo Paula tomando su mano ― no tienes por pelearte por mí, no tiene ningún sentido. Iván, a pesar de las malas noticias que Paula había recibido esta mañana se sentía sumamente feliz. Fernando ya no era un problema para él, pronto se iría y casaría con otra y él y Paula quedarían juntos de nuevo, él la podría conquistar de todas las maneras posibles, tendría la libertad de ser el único hombre en su vida. Iván pasó su brazo por le hombro de ella invitándola a que ella se recargara sobre éste y juntos se quedaran así viendo a mar. Por un lapso de tiempo se quedaron en silencio, disfrutando de la brisa fresca, de la noche brillante y de esa paz que de pronto se hizo en el lugar. Paula suspiró, lo hizo profundamente como siquiera sacar todo el dolor y la confusión que sentía. Iván le dio un beso sobre la frente y luego le dijo. ―Me enteré que te saliste de tu casa. ―¿Te enteraste?― preguntó Paula en tono de broma mientras reía ligeramente. ―Bueno, me dijeron que te saliste de tu casa y que ahora vives con Eugenia y su familia, ¿por qué no te fuiste a mi casa?, sabes que eres bienvenida y que hay habitaciones de sobra. ―Iván… ―Paula, ¿por qué no me tienes confianza?, ¿cómo vamos a hacer que esto funcione si no confías en mí?, ¿no te dejas llevar? Paula se levantó un poco y vio la preciosa y honesta mirada de Iván, esa que nunca cambiaba y que era una constante en su vida y su día a día. Acarició su rostro con ternura y se puso a pensar que tal vez los sueños de Iván podrían ser los de ella, tal vez podrían compartirlos juntos y ella podría encontrar una nuevo destino a su lado. ―¿Iván? ― habló Paula casi en un murmuro ―¿me amas? Él sonrió como nunca y asintió como siempre ― claro que te amo, tú sabes mis sentimientos por ti desde hace mucho tiempo atrás. Pueden pasar los años y jamás cambiarán. ―¿Me amas aunque sepas que yo no lo hago tanto como tú?― preguntó insegura. ―Yo, soy de la idea de que el amor se construye Paula, sí sé que aunque no me amas tanto como yo te amo a ti, me quieres, me tienes aprecio y cariño y esa es la pequeña esperanza que tengo de que poco a poco se convierta en amor y que un día lleguemos a amarnos tanto que todos nos tengan envidia. Paula sonrío un poco más y le dio un ligero beso sobre los labios ― claro que aprenderé a amarte ― le dijo e Iván la tomó del rostro para verla directamente a los ojos. ―Déjame hacerte feliz Paula, cásate conmigo, déjame demostrarte que hay felicidad en este lugar, tienes mi lealtad y mi corazón, que dices ¿aceptas? Entonces Paula tomando eso como una señal de lo que debía hacer, le dio un beso sobre los labios y asintió con la cabeza ― acepto Iván, acepto casarme contigo