Tenias que ser tu
Capítulo 31

Registrada en SAFE CREATIVE Bajo el código: 2011045801413 TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS © Cuando Minerva de Saramago se despertó esa mañana, pensó que la fiesta de compromiso de Natalia y Fernando sería el acontecimiento del puerto sin embargo, se enfrentó con la noticia de que Paula de la O e Iván Torres ese día también anunciarían su próxima boda, por lo que la popularidad del hijo del dueño de los almacenes pudo más que el de la poderosa familia de Saramago, reduciendo la despedida a solo amigos cercanos de la familia y nada más. Algunos de los que no habían cancelado para ir al evento, eran los que se conocían como los “chismosos” del pueblo por lo que Minerva intuyó que al siguiente día el evento estaría en boca de todos, pero no de la manera que ella deseaba. Por otro lado, se percató de que su hijo, Fernando, no había llegado a dormir y aún cuando faltaban varias horas para el tan esperado evento necesitaba verlo para contarle todo lo que iba a suceder, qué tenía que hacer y sobre todo advertidle que Natalia era la única persona en el mundo que le convenía para que se olvidase de Paula de la O. Así que preguntó a todo el personal de la casa si lo habían visto por ahí, recibiendo una negativa por respuesta. Minerva, temió lo peor, ¿qué tal si la noticia de que él y Paula eran hermanos le había herido tanto que había hecho una tontería?, ¿el amor qué tenía por Paula eran tan fuerte que posiblemente le hubiese orillado a alguna locura? Minerva se tranquilizó cuando Fernando entró al medio día por la puerta de la cocina y atravesó la sala vestido con las mismas ropas de ayer y con un penetrante olor a alcohol. En otras circunstancias le había reclamado, pero en realidad se alegró de saber que Fernando estaba ahí, con ella, y no en otro lado que tuviese que salir a buscarlo. Él entró con el rostro bronceado por el sol, los labios secos y el cabello despeinado y sin mucho ímpetu le dió a su madre un “hola” que le sonó frío. ―Nos tenías preocupadas ¿a dónde estabas? ― Le preguntó. ―Disfrutando mi soltería ― contestó rápido con tal de acabar con la conversación y subirse a la habitación. Minerva lo tomó del brazo evitando que subiera las escaleras y sus miradas se encontraron. Ella estaba segura de que estaba haciendo todo esto por el bien de su hijo pero él parecía que no lo entendía de esa forma. ―Sé que lo de Paula de la O es bastante impactante y fuerte, pero no podía permitir que siguieras con esto sin que supieras la verdad Fernando, necesito que comprendas eso. Fernando esbozó una ligera sonrisa, tan ligera que apenas se marcó en sus mejillas ― no te preocupes madre, sé que todo lo que haces por mi es por mi bien― admitió. Minerva se sorprendió con la respuesta de su hijo y no pudo dejar de sonreír al saber que había ganado, que su hijo volvería a retomar el camino que lo llevaría a la felicidad y lo más importante más lejos de Paula de la O y del puerto. Pronto se regresaría Barcelona con Natalia y todo volvería a la normalidad. ―Me alegra que lo hayas comprendido― acarició su mejilla ― todo lo que he hecho es por tu bien. Nuestra separación no fue en vano, tampoco muchas cosas que no dije o qué escondí. Eres mi todo Fernando y quiero que seas feliz con la mujer de tu vida. ―Lo seré― habló seco ― ahora si me disculpas subiré a mi habitación para recuperarme un poco, tomarme una aspirina y estar listo para la noche. Su madre asintió con la cabeza y soltó su brazo para que Fernando pudiese continuar. A pesar de que estaba contenta de que su hijo hubiese retomado el camino, sentía que algo le pasaba, que algo no estaba bien con él por lo que decidió asegurarse de que nada estropeara el evento de la noche de hoy. Así que, tan solo Fernando subió las escaleras fue hacia la cocina para hablar con Hortensia, que en ese momento se encontraba dándole de comer a su hijo. ―¿Qué tan verdad es que Paula de la O se casará con Iván? ― preguntó fría
―Pues, muy verdad ― respondió Hortensia ― dicen que en la ceremonia que se hará en su casa hoy le dará el anillo a Paula. ―¿Esa información de dónde la sacaste? ― inquirió una vez más. ―Hoy en la mañana que fui al mandado. Me encontré a Eugenia, la nana de Paula, y me dijo eso y que justamente la niña de la O no había ido a trabajar porque estaba comprando su vestido y preparando todo. Minerva sonrío tranquila. Hortensia era su fuente de Información más confiable ya que, al ser originaria del puerto conocía todos desde hace años atrás. ―Muy bien, pues larga vida a Paula de la O y a Iván, se merecen el uno al otro. Es más Hortensia, dile a tu marido que les envíe una canasta de regalo, de esas que hacen en la tienda del centro a nombre de Fernando y Natalia Saramago. ―Pero señora, ¿está segura? ―¡Hazlo!, no queremos vernos maleducados. También quiero que sepan que no me importó mucho que hayan puesto su fiesta de compromiso el mismo día, ve anda. ―Muy bien señora ― acató la orden Hortensia. Minerva de Saramago salió de la cocina con aires nuevos, con una visión de que lo que sería el futuro de su hijo y sobretodo con la plena seguridad de que había ganado, que Paula de la O había salido de sus vidas para siempre. Sin embargo, lo que la señora de Saramago no sabía es que todo estaba a punto de cambiar. Que sí, era verdad, el acontecimiento de hoy por la noche sería un evento mágico, único y que al día siguiente todos hablarían de él sin dudarlo. Todo estaba listo, absolutamente todo, las flores, la comida, la decoración, los discursos, la novia, el novia y sobre todo los reporteros que ella había traído desde la Ciudad de México para escribir una nota en la mejor revista de personalidades del país. Los padres de Natalia habían llegado por la mañana y ella no cabía de emoción al saber qué Fernando, el amor de su vida, por fin haría mas oficial el compromiso y podría dar paso a los preparativos de la boda, algo a lo que Minerva ya se había adelantado. La noche cayó más rápido de lo que los Saramago pensaron, y cuando menos se dieron cuenta los invitados comenzaron a llegar, poniendo los nervios a tope tanto de Natalia como de Minerva, quienes ya estaban listas para poder recibir a todos y llevar a cabo el evento. Fernando, mientras se ponía el traje de lino que debía llevar esa noche, observaba por la ventana de su habitación el movimiento de los autos y de las personas que poco a poco iban arribando al lugar. ―¡Fernando!, ya casi es hora ― escuchó la voz de su madre que le tocó la puerta para apurarlo. ―En un segundo bajo ― respondió y se sirvió otro caballito de tequila para tomárselo de un sorbo. Lo necesitaba para tomar valor, para bajar y hacer lo que tenía que hacer, para enfrentar la situación y seguir la corriente. Se puso de pie, tomó el saco de color blanco y después de acomodárselo salió de su habitación para ver a Natalia esperándolo en el pasillo con una sonrisa, un vestido color azul marino de lino y un hermoso tocado de flores blancas sobre la cabeza. ―¿Qué dices?, ¿me veo bien? ― preguntó con una sonrisa
Fernando le sonrió sincero ― muy hermosa Naty, ese tocado te queda muy bien. ―Me lo hizo Hortensia con las flores del jardín, esa sirvienta si que tiene buenas manos ― habló. Después estiró la mano y Fernando la tomó― ven, los invitados ya nos están esperando y el reportero de la revista Caras ya llegó para tomarnos fotos, he elegido la terraza ¿te parece? ―Me parece― murmuró Fernando para luego dejarse llevar por las manos de Natalia y bajar hacia la sala donde todos los esperaban con ansias. Ahí estaba su madre, su padrastro, sus próximos suegros y los invitados que habían venido desde lejos para festejar junto con ellos. Tan sólo bajaron por la escaleras los mariachis comenzaron a tocar la canción de “Si nos dejan” provocando que los aplausos explotaran en manos de los invitados al igual que las felicitaciones. A pesar de estar ahí por su propia voluntad, Fernando entró en un pequeño trance que provocó que sólo escuchara la letra de la canción mientras los invitados lo felicitaban y le decían palabras que no alcanzó a escuchar. Ni siquiera se percató cuando la canción terminó, cuando la fiesta continuó entre risas y bebidas y mucho menos cuando su padrastro se acercó a felicitarle con una copa de champaña en la mano. ―¡Ey!, Fernando, ¿me escuchas? ― preguntó y el joven regresó a la realidad para ver a Xavi frente a él. ―Sí, lo siento― respondió. ―Te decía que muchas felicidades, que es un placer que entres a la familia Marti. ―Gracias― respondió educado Fernando. Después volteó a su alrededor para ver a Natalia y a su madre y supo que era el momento adecuado para poder llevar a cabo su plan. ―Xavi― le habló tranquilo― ¿crees que pueda hablar contigo?, quisiera ver algunas cosas sobre la empresa. ―¿Ahora? ― preguntó él entre risas ―es tu fiesta chaval, y pronto se anunciará tu compromiso. ―Sólo serán unos momentos― habló él seguro― te juro que no notarán que nos fuimos, sólo es algo de unos diez minutos a la máximo. ―Vale, vamos ― respondió su padrastro y dándole una palmada sobre el hombro, ambos caminaron hacia el estudio que aún tenía las cosas de su padre. Cada mueble, cada cuadro, cada foto la había colocado ahí Fernando Saramago y su madre lo había dejado como un especie de altar y legado del hombre que había amado y que ahora odiaba con todo su ser. Personalmente a Xavi no le gustaba entrar pero, al parecer, era el único lugar disponible para poder hablar en ese instante. Tan solo Fernando cerró la puerta, la música, la plática y las risas desaparecieron y ambos se fueron solos. ―Bueno, pues tú dirás ― habló Xavi mientras habría la puerta que daba hacia otro lado del jardín para que el viento caliente entrara y al menos refrescara. Fernando sacó su celular, buscó la foto que sabía tenía toda la evidencia y luego lo miró a los ojos ― Xavi, dime la verdad, ¿Paula de la O y yo somos hermanos? ― preguntó serio. Xavi lo miró extrañado y luego sonrío descaradamente ― por supuesto que si ― respondió ―¿qué te hace dudar de la palabra de tu madre? ―Todo― respondió firme y luego se acercó a él con el celular, echó su cuerpo hacia delante para acorralarlo entre la pared y su cuerpo y le mostró la fotografía haciendo que él abriera los ojos sorprendido por lo que estaba viendo ― te vuelvo a preguntar Xavi, Paula de la O y yo ¿somos hermanos?, ¡contéstame la verdad!, porque te juro que está será la última noche que pases en esta casa… ¡dime!― gritó más fuerte―¿Paula de la O y yo somos hijos del mismo padre?