Tenias que ser tu
Capítulo 71

Registrada en SAFE CREATIVE Bajo el código: 2011045801413 TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS © Instagram:@theanamartinezexperience Después de que todos los secretos salieron a la luz, la calma llegó para el pequeño Puerto de San Carlos y para todos sus habitantes, especialmente para Paula y Fernando, que por fin pudieron respirar tranquilos y sentirse libres. Ya no había más secretos, ni habladurías, ni rumores que pudieran acosarlos, todo eso se había ido, junto con las personas que les habían hecho tanto mal y les habían arrebatado años de felicidad. Fernando era libre de amar a Paula, y ella aún no amaba con todo su ser pero, aún había una cosa más que resolver, y era su relación con Iván, esa que había florecido y marchitado tan pronto y que también había mostrado lo peor de ambos. Paula esperaba que, gracias a la amistad que habían tenido durante años antes de toda esta tragedia, ambos pudiesen perdonarse y terminar en buenos términos, y así, al menos, llevar todo en paz y ambos sanar por su cuenta. Por lo que, después de unos días sin verse, de que Paula se encargara de todo lo de su padre y de su casa, Iván y ella decidieron que era tiempo de volver a verse y tratar de arreglar todo, de hablar y decidir que sería de ellos en el futuro pero sobre todo, perderse disculpas por el daño que se habían hecho. Así, Iván entró a la, ahora, vacía casa de Paula de la O y subió las escaleras, para encontrarla en la habitación de su padre, esa que había estado cerrada durante un tiempo. Cuando él, entró, aún se podía ver un poco de la sangre en la alfombra pero al menos las botellas y los rastros de dolor ya habían sido recogidos. Paula al reflejando en el espejo, volteó a verlo de inmediato y le sonrío —hola— le dijo a media voz. —Hola— respondió él. Iván se acercó hacia dónde estaba ella y la abrazó. Después de tanto tiempo, por fin, Paula de la O sintió que ese abrazo era sincero, sin rabia y con mucho amor; tal vez el Iván que había conocido estaba de regreso. —Lo siento, de verdad — dijo él a su oído. —Está bien, ya está descansado; se hizo justicia. Los dos se separaron. Iván volteó al rededor para ver la ropa que estaba sobre la cama, el sofá y colgada aún en el armario. Al parecer, Paula planeaba sacarla toda y vaciar por completo la habitación. —La voy a donar — dijo adivinando lo que Iván probablemente pensaba — las meteré en cajas y pasará el refugio por ellas mañana. —Me alegro— contestó él. Paula suspiró — es tan abrumador, ¿sabes?, todo esto. Las últimas semanas han sido en verdad intensas, llenas de sentimientos que aún no puedo procesar
—Lo sé— contestó él — tu padre era un buen hombre, Paula. Yo lo recuerdo así, al igual que a tu madre. Sabes que siempre supe que todo lo que decían de ellos era mentira. —Lo tengo en cuenta— murmuró Paula— yo sé que siempre estuviste de mi lado. —Y siempre lo estaré— contestó Iván, viéndola a los ojos. Por un instante se quedaron así, tratando de reconocerse, queriendo que todo lo que había pasado entre los dos no los alejara de los buenos amigos que habían sido antes, ¿podría ser posible que siguieran siendo así? Iván acarició su rostro — siempre te he amado Paula de la O, siempre. No ha habido un día en mi vida que no te haya amado y aun lo hago— confesó— pero, sé que tú no me amas a mí de la misma manera y eso fue lo que me dolió hasta el alma; aunque siempre lo supe. Paula sonrió levemente — mi intención era amarte con toda el alma Iván, de verdad, estaba dispuesta a hacer pero… —En el corazón no se manda, ¿cierto? — preguntó él. Iván se alejó de Paula de la O y suspiró profundo, las siguientes palabras que estaba poder decir serían liberadoras pero dolorosas a la vez — yo, te hice mucho daño Paula. Te mantuve a la fuerza conmigo e hice muchas cosas de las que me arrepiento profundamente. Rompí la confianza y el amor que tenías en mí y por mí y no sabes como me duele pero, debes admitir que tú tuviste tanta culpa como yo. —Lo sé— respondió ella sin despegar su vista de la de él. —Me engañaste. Tú y Fernando me vieron la cara por meses enteros y fui el hazmerreír de todo el puerto, me lastimaste, nos lastimamos y no sé si esto se pueda superar. — Lo siento mucho Iván, de verdad. Sé que tal vez estas palabras te suenan huecas y vacías pero, de verdad lo siento mucho porque eras, no, eres mi mejor amigo y siempre lo haz sido. Traté de amarte como tú me amabas, de verdad y estaba dispuesta a ser feliz contigo el resto de la vida… te pido que me perdones. —Te perdono, pero, no sé si pueda olvidar todo lo que pasó. Necesitaré tiempo y te quiero perdir que me des el espacio suficiente para hacerlo, ¿crees que puedas? Paula sintió con la cabeza — claro. Iván suspiró — la casa es tuya, Paula
—¿Disculpa? —La casa es tuya. Hoy por la mañana fui al notario y la puse de nuevo a tu nombre, así que ya puedes hacer con ella lo que desees— explicó — también fui al registro civil y metí la demanda de divorcio, pronto te llegará la notificación. Te pido que lo firmemos en paz, creo que ya hubo muchas peleas, conspiraciones y rumores como para que esto termine igual. —Claro que sí— accedió Paula. Dio unos pasos hacia Iván y lo abrazó — Paula, sé que es mucho pedirte pero, me gustaría que cuando pase la tormenta, tú y yo nos reunamos. Antes de que todo esto pasara éramos amigos, ¿no es cierto? Paula asintió— me encantaría. Iván le dió un beso sobre los labios y luego la vio a los ojos — sé feliz, es todo lo que siempre desee para ti. —Y yo para ti — contestó ella. Un beso más fue lo que Iván le dijo antes de alejarse de ella— puedes seguir trabajando en el almacén si así lo deseas. —Gracias— respondió ella apenada, ya que después de todo lo que habían vivido aún no podía creer que Iván tuviese tantas consideraciones. — Te deseo que encuentres al amor de tu vida, Iván. —Te deseo que seas feliz con Fernando Saramago— contestó— ahora, me voy, hasta luego Paula de la O. —Hasta luego, Iván. Entonces Iván salió por la puerta de esa habitación dejando a la mujer que había amado por tantos años libre. La dejaba ir porque sabía que eso también significaba amor, y que verla feliz era lo único que le importaba, aunque no fuera con él. Antes de salir de la casa, Iván volteó a verla y sonrío. Un aire de melancolía invadía el lugar y lo sintió en cada poro de su piel y cómo se le acumulaba en el pecho. No podía creer que todo hubiese terminado así, pero se alegró de que así fuera. —Suficiente, Iván— murmuró — es momento de que la liberes. Y después de estas palabras, salió de ahí