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Tenias que ser tu

Capítulo 73

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Registrada en SAFE CREATIVE Bajo el código: 2011045801413 TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS © Instagram:@theanamartinezexperience La boda de Fernando Saramago y Paula de la O, era la mas esperada de todo el puerto de San Carlos y no era en vano, juntos habían pasado tanto que la gente nada más deseaba verlos feliz, juntos y sobre todo libres de amarse como ellos quisieran. Sin embargo, la boda de ellos dos no fue el evento de año como todos esperaban si no fue una más sencilla, más íntima que se llevaría a cabo en el jardín de la casa de los Saramago, ese donde tanto Paula como él jugaban cuando eran pequeños. A esa boda asistirían solo las personas que siempre habían creído en ellos, los que jamás se dejaron llevar por las mentiras y engaños del puerto y que habían creído en la inocencia de la madre de Paula. Todos los invitados se resumieron a Eugenia, Hortensia, los padres de Iván y su hermana y por su puesto, el pequeño Saramago, quien había encontrado en Paula de la O la madre que siempre había querido. Así con el jardín decorado de una forma sencilla, con las sillas exactas para la ceremonia y después con un íntimo festejo, Paula y Fernando esperaban ansioso en caminar hacia el altar y decirse “acepto”, cerrando así el pacto de sus vidas. ―¡Dios mío Paula!, te ves bellísima ― habló Eugenia eufórica al entrar al a habitación donde Paula de la o se vestía― te ves como una reina. ―¿Eso crees?― contestó ella entre sonrisas. ―Claro que sí. Dios, ojalá tu padre y tu madre estuviera aquí para verte ― pronunció y en seguida Paula se mordió los labios. A ella también le hubiese gustado que sus padres estuviera en su boda y que la acompañaran hacia el altar para entregarla al hombre que amaba. Sin embargo, ahora ella caminaría solo hacia Fernando, con una sonrisa en sus labios y el corazón latiendo a mil por hora. ―A mi también me hubiese gustado, Eugenia― Paula se volteó y le tomó las manos― pero, te tengo a ti. Tú todo este tiempo haz hecho el papel de madre y te estoy eternamente agradecida por cada uno de tus consejos, de tu ayuda y tu consuelo. De verdad, no me alcanzará la vida para agradecerte. Eugenia, con lágrimas en los ojos, le dio un beso sobre la mejilla y luego tomó sus manos ― no me lo agradezcas. Cuando tu madre se fue yo le prometí que te cuidaría como si fueses mía. Además, te mereces todo el amor del mundo y la felicidad, ¡por fin, mi niña!, ¡todo el sufrimiento se terminó! Paula se secó las lágrimas con la yema de los dedos ― tenías razón, todo pasaría. No sé que hubiese hecho sin ti. ―Lo hubieras hecho bien. Eres una mujer fuerte y valiente Paula de la O, y es momento de que te dejes amar

La puerta de la habitación sonó de pronto y momentos después, Salma, la hermana de Iván, entró ―¡Ay Paula!, te ves hermosa, ¡bellísima! ―Gracias, Salma. ―Ya todo está listo, Fernando y el pequeño Saramago te están esperando en sus lugares. ―Gracias, voy en seguida― respondió ella, para después arreglarse el vestido frente al espejo. Paula suspiró ― este es el momento. ―Lo es. Y después, te irás con Fernando y el pequeño a viajar por el mundo, ¡por fin cumplirás tu deseo! Verás otros lugares mas allá del puerto. ―Lo sé― contestó ella emocionada― no puedo esperar. Eugenia le dio el ramo de flores y le dio un beso sobre la mejilla ― te veo abajo. Te quiero. ―Te quiero Eugenia ― contestó Paula para después verla salir de la habitación. Paula de la O se quedó unos minutos de pie, viendo la hermosa fotografía que estaba frente a ella, y sonrío. Tal vez, esta no era la boda que ella hubiese deseado cuando era pequeña, ya que pensó que sus padres estarían ahí para acompañarla, pero, sí era el hombre de sus sueños quien la esperaba en el altar. ―Bien Paula, es momento ― murmuró, para después salir de la habitación. Momentos después, Paula de la O se encontraba bajando lentamente las escaleras, para así, caminar hacia la terraza donde debía esperar antes de caminar hacia el altar. Con un vestido corte sirena, de color blanco perla, y una tocado de perlas en la cabeza que lucían su precioso cabello rubio, largo y suelto, ella se acercó a su puesto para esperar. De pronto, sintió que alguien la tomaba del brazo y al voltear la vista vio a Iván al lado de ella, con una sonrisa tan sincera que le recordó a su mejor amigo, el hombre que le había acompañado toda la vida. ―Iván, ¿qué haces aquí? ― preguntó emocionada. ―Pues, vine a acompañarte, como siempre lo he hecho. Paula acarició su rostro y le sonrío ―me alegra que hayas regresado, te extrañé. ―Yo mas, no sabes cuántas cosas tengo por contarte― le confesó ― pero ahora, es momento de entregarte en ese altar, ¿no? Paula, con lágrimas en los ojos asintió ― gracias, Iván

―No hay nada que agradecer, así debió haber sido desde el principio. ―Eso quiere decir que, ¿estamos bien?― inquirí ella. ―Mejor que nunca― respondió él feliz ― mucho mejor. Así, Iván le ofreció su brazo a Paula y ambos comenzaron a caminar hacia el lugar de la ceremonia, donde Fernando ya la esperaba junto con su hijo tomado de su mano. Al verla, la sonrisa de Fernando se iluminó y tomó aire tratando de controlar su emoción. Paula e Iván, caminaban a paso lento hacia él, ella con el rostro reflejando emoción y una sonrisa que expresaba toda la felicidad que sentía en este momento. Por fin, después de tanto, de todo lo que había pasado, se casaba con Fernando, el que siempre había estado destinado a ella. ―Cuídala mucho― murmuró Iván a Fernando cuando entregó la mano de Paula a la de él. ―Con mi vida ― respondió Fernando. Iván se alejó dejándolos a los dos solos. Fernando la vio a los ojos y después la besó sobre la frente, proyectado ese cariño que le tenía a la que pronto sería su mujer. ―Te ves guapísimo ― habló ella. ―Y tú hermosa, Paula de la O― contestó sonriendo― ¿lista para ser mi mujer?, ¿lista para casarte conmigo? ―Lista― luego volteo a ver al pequeño Saramago y acarició su cabello― ¿listo? ―el niño asintió con la cabeza y tomó la mano libre de Paula, para así, los tres caminar unos pasos más hacia el altar y empezar la ceremonia ante el padre. Aquí se cerraba el capítulo de una historia y se abría otro. Uno lleno de felicidad, amor y muchas aventuras para los tres. Los amantes del puerto y su leyenda llena de mentiras, desilusión y odio había quedado atrás, ahora, venía la leyenda de ese amor que había esperado años para cumplirse y que supo perseverar a pesar de todo el odio que por uno momento lo había enterrado. Y ahí, en frente de las personas que amaban, Fernando Saramago y Paula de la O unieron sus vidas para siempre, demostrando que el amor puede triunfar sobre el odio y que un gran amor, puede superar lo todo, absolutamente todo. FIN