LIBIDO (COMPLETA)
Capítulo 31

Comprendo a la perfección cada palabra escrita en el mensaje, es una señal de alerta para mi cerebro. De inmediato una corriente pasa por todo mi cuerpo, las manos me tiemblan y el sudar es notorio ellas. No puedo negarme a no ir, solo empeoraré las cosas con mi negación. Camino por los estrechos pasillos del edificio. A estas horas de la noche no hay trabajadores, Jaime fue la última en salir, solo quedan los guardias de seguridad que se encuentran cuidando la entrada y otros en su estación viendo a través de las cámaras de seguridad. A pasos lentos subo al siguiente piso donde se encuentra la oficina del jefe. Las puertas del elevador se abren dándome paso al ultimó piso del edificio, camino hasta la puerta de la oficina con cuidado de no hacer mucho ruido con los tacones. Las manos las paso por mi falda para quitar el sudor, aun así, se humedecen de nuevo. Pongo la mano en el pomo de la puerta, me están temblando del miedo. Toco la puerta con delicadeza haciendo muy ligeros los golpes; su voz gruesa y demandante me permite la entrada. Entro lentamente, al estar completamente adentro evito mirar hacia adelante, quiero evitar contactar miradas, y con cuidado cierro la puerta. —Ponle seguro a la puerta —su intimidante voz me pone más nerviosa. Mi mirada se enfoca en la hermosa y limpia alfombra de algodón, aún no lo miro a la cara, me da miedo de verlo. Giro para ponerle seguro a la puerta y regreso a mi posición inicial; no quiero moverme de ese lugar, quiero estar cerca de la puerta para huir fácilmente. El recuerdo me golpea la mente de la primera vez que me castigo y no quiero que me castigue de tal manera. «No otra vez. No lo merezco, no he roto ninguna regla. » Escucho como se levanta de su silla, la suela de sus zapatos toca el piso de porcelanato haciendo eco. Cada paso que da se me acelera la respiración, quiero esconderme. Se posiciona lo más cerca de mí, respiro hondo para darme tranquilidad, con orgullo levanto la cara quedando mi vista en su pequeña barba. —Mírame a los ojos. Demanda con voz firme y autoritaria. Aún temblorosa levanto la cabeza y hago contacto con sus ojos. —Me debes una explicación, Mallory. Me resisto a no quitar mi mirada de sus ojos; puedo leer el disgusto, la furia, los celos en sus grisáceos ojos. Quiero explicar las cosas, justificarme que yo no coquetee con el modelo, solo fui amable, pero viendo lo profundidad de ese gris sé que no creerá mis palabras cuando el mismo escucho el apodo. — ¿Por qué ese idiota te llamo preciosa? —quiere gritarme, pero se contiene. Ni siquiera sé porque me llamó de tal manera, solo fui agradable como una persona debe ser. No coquetee con él, otra cosa que él sea coqueto con las chicas ese es su problema no el mío. Si le contesto así reventará de irá; no sé cómo explicárselo. — ¿No vas a decir nada? —comienza ponerse eufórico por mi silencio. —Yo solo fui amable como una persona normal. No quise hacer malos entendidos —me defiendo. —Ese imbécil lo tomó de otra manera. No soporto su mirada, no puedo contenerla, miro a otro lado esquivando sus ojos. Me toma de la barbilla y gira mi cabeza dejando poco espacio entre sus labios y los míos. —Yo no tuve nada que ver con que él entendiera de otra manera. No le di esperanzas —me justifico. —Te dije que no me dieras motivos para estar celoso. —No lo hice, él lo mal interpreto. Sus pupilas se mueven, observa, analiza la expresión de mi cara. Trato de verme normal, que se dé cuenta que no estoy mintiendo estoy diciendo la verdad. —Boca abajo en el escritorio, ¡Ahora! —suelta mi barbilla. Se aleja de mí para darme paso hacia el escritorio. Con poca seguridad camino lentamente hasta quedar enfrente al mueble; tardo unos segundos en reaccionar, me inclino como él dijo. Siento la presencia de su cuerpo ponerse detrás de mí. Acaricia mis piernas hasta llegar a mi falda, la levanta dejando mi trasero expuesto con mis bragas de encaje color blanco. — ¿Qué debo hacer para alejarte de los hombres? El pulso se me acelera al escuchar cómo se desabrochaba su cinturón y lo jala despojándolo de su pantalón. Espero el impacto del cuero en mi piel, pero no llega. —Podemos hablarlo bien —digo con miedo. —Para qué hablar si no vas a entender —insiste en que tengo la culpa. —Yo no quise coquetear con él. Él no me gusta, además eres mi pareja y respeto eso. No soy una cualquiera —trato de justificarme para tranquilizarlo y que las cosas no se salgan de control
Se queda callado, el silencio nos invade. Me toma de los hombros, me levanta y gira mi cuerpo para vernos cara a cara. —Nunca te faltaría el respeto. Eres la persona que quiero y lo que menos desearía es lastimarte —me sincero. Su mente parece comprender mis palabras, su mirada lo refleja; no siento el mismo miedo que sentía antes, su rostro no se ve eufórico. Por lo visto le afectó lo que dije. — ¿No me lastimarías? —pregunta con tranquilidad. —No, yo quiero que seas feliz, incluso si eres feliz sin mí me alejaría de ti, solo por verte feliz —confieso. Soy consciente del tipo de relación que tenemos. Al principio todo es sexo, solo sexo, pero la confianza, el gusto del uno por el otro unió con más fuerza la atracción que siento por Jaxon. Con el paso de los días Jaxon se volvió más que un jefe, un compañero, un amigo. se volvió la persona que me gusta y cierto cariño crece a cada segundo volviéndolo algo más fuerte. —No nena, tú no te iras de mi vida, si te alejas te buscaré hasta por debajo de las piedras. No voy a permitir alejarte de mí —su voz comienza a quebrarse, pero no se presentan las lágrimas, su rostro se muestra serio como siempre. —Perdóname por hacerte pasar un mal momento —me disculpo porque es mi pareja. —No nena, perdóname tu a mí. Debo controlar mi ira. Rendido, Jaxon se relaja, está disgustado por lo que iba hacer conmigo. Comprendo su molestia por hacer las cosas mal; lo jalo a mí y lo abrazo, pongo mis manos en su cabello y comienzo a acariciarlo. —Acaso no te he demostrado que soy tuya, que solo tengo ojos para ti. Eres el único hombre sexy, atractivo, varonil, tierno, amable, cariñoso en el que solo puedo fijarme. Se aleja de mis brazos y me mira a los ojos. —Tengo miedo a perderte, Mallory; por eso cuido de ti —confiesa. Sus sinceras palabras hacen efecto en mi mente y corazón. Sin poder contenerme sonrió y por impulso lo jalo obligándolo a besar mis labios. Me es tan importante que no quiero que me aleje de él. Lo beso con tanta pasión que mi mano baja hasta llegar a su miembro escondido por sus pantalones, mi acción hace que suspire en mis labios. Comienzo a acariciarlo mientras Clark me agarra del trasero para hacer lo mismo conmigo. Por la falta de aire en nuestros pulmones nos separamos del beso. Pero no dejamos de tocarnos. —Hablo en serio, Mallory. —Te creo. Mis dedos continúan acariciando su cabello, mis ojos se enfocan en el hermoso hombre que tengo enfrente. — ¿Por qué haces esto? —se refiere a las caricias que le doy y el que mis ojos no dejan de verlo. —Te estoy demostrando que tú realmente me interesas, que eres importante para mí. —No quiero que te alejen de mí. Eres importante para mí, Mallory. Escuchar el «eres importante para mí» proveniente de sus palabras me hace sonreír; la alegría es tanta que mi corazón brinca de felicidad, el miedo se fue. —Jaxon, tócame. Mis ganas de que me tome aquí mismo hacen que la libido me recorra por todo el cuerpo, quiero que me impregne su olor en mi cuerpo y sentirme suya. Su sonrisa malvada me da a entender que no lo hará. Sin previo aviso de nuevo levanta mi falda, sujeta mis bragas y las baja, de inmediato me sube al escritorio. Su mano hace que me acueste sobre el cristal del escritorio, sube mis tacones y abre mis piernas dejando mi sexo expuesto. Acerca su boca a mi genital y pasa la punta de su lengua por mis pliegues. Agarro mis piernas y las pego hacia mi pecho para darle más acceso. Justo cuando ya comenzaba a lubricarme se detiene, impaciente lo miro a los ojos por su falta de atención. —Lo siento nena, pero aún sigo molesto. Molesta por su falta de atención, suelto mis muslos y me acomodo en el escritorio para bajar. —No te he dicho que bajaras. Sus palabras me detienen, me quedo sentada sobre el frio cristal. Camina hacia mi bolso y con confianza busca entre mis cosas, saca su mano del bolso y me muestra el vibrador que siempre cargo en mi bolso. Me ruborizo al comprender que él sabe que llevo conmigo el vibrador en mi bolso. Con perversidad regresa a mí y enciende el vibrador haciendo un pequeño zumbido que me pone ansiosa al recordar las veces que lo he usado. Con morbosidad en sus ojos me coloca entre mis piernas y las abre más
Su mano libre sujeta mi barbilla y junta nuestros labios, sin negarme le correspondo el beso. Envuelta en la burbuja de la extinción mi cuerpo brinca al sentir el cosquilleo del vibrador ser pasado por mis labios vaginales, sin contenerme comienzo a gemir en sus labios. Excitada, lo abrazo del cuello y comienzo a mover las caderas para saciar mi placer. De inmediato siento la invasión del objeto en mi interior, la fuerza poco a poco se me va y el pulso se me dispara. Clark me obliga a bajar del escritorio, de inmediato pierdo la fuerza en las piernas y logro sostenerme del mueble, sin importarle me pone de las bragas. El cosquilleo en mi vagina me debilita la fuerza. —Vámonos a casa —es lo único que dice al recoger su celular. — ¡Jaxon! —exclamo con negación. «¿En verdad me dejará el vibrador adentro?» Entiende mi mensaje y con burla me regala una sonrisa satisfactoria. — Es tu castigo, nena. ¡Ah! Y tienes prohibido tocarte. ¿Entendiste? — ¿Qué? —me niego a salir con el vibrador. — No compliques las cosas Mallory. Vámonos que es tarde. — No puedo — gimo al dar el primer paso. —No puedo caminar no tengo. —gimo de nuevo —. Fuerza. Me agarra de la mano y me jala saliendo de la oficina. Mientras caminamos se me hace imposible caminar, me quejo en el camino. Llegué caerme tres veces, ruego por llegar a su auto lo más pronto posible. «¡Esto en verdad tortura!» Al llegar al auto Clark le quita el seguro, con rapidez corro al auto y me siento de golpe. Error, el maldito vibrador se me metió más lo cual hizo que gimiera fuerte. Jaxon termina de entrar y enciende el auto. —Nena, baja el volumen que te escucharán los de seguridad —dice con burla. «¡Te odio tonto!» En verdad estoy sufriendo y él riéndose. Esto en verdad me tortura. En todo el camino estuve gimiendo y revolcándome en el asiento, mis manos se aferraban a la de piel del sillón para soportar. Clark no dice nada y no se queja como si yo no estuviera en el carro, invisible para él. Llegamos a mi casa, Clark tiene la cortesía de llevarme en sus brazos hasta mi cama; al tocar mi cama una corriente invade mi cuerpo, me convulsiono y gimo tan alto por llegar a mi orgasmo. Mojo toda mi falda, bragas y sabanas de la cama. Sin fuerza me quedo en la cama hasta lograr recuperarme, Clark se acerca y me quita las bragas, abre mis piernas y me despoja del vibrador, de inmediato siento un alivio y un vacío. Cansada dejo que Jaxon me maneje como una muñeca y me quite la ropa de trabajo dejándome desnuda. — ¿Qué vas hacer? —pregunto al sentir un poco de fuerza regresarme. —Te daré una ducha. Observo como se despoja su costoso traje quedando desnudo. Se mete al baño y escucho como el agua llena la bañera; regresa por mí y me toma entre sus brazos, me lleva hasta el baño y me mete a la bañera, después él se coloca detrás de mí. Estira la mano para tomar los productos de limpieza, enjabona mi cabello y talla mi cuerpo con una esponja. — ¿Por qué me dejaste el vibrador? No sabes lo tortuoso que fue para mí —me quejo, en verdad fue devastador, pero placentero. —Lo sé nena, pero ese fue tu castigo. No quiero lastimarte, realmente me importas. Pero debes de afrontar tus malas acciones. —Pero yo no hice nada —me quejo. —No le guiñe el ojo o me le restriegue para provocarlo. No debiste castigarme —digo la verdad de los hechos. —No reniegues o en serio te castigaré y no pienso flaquearme ante ti. No seré razonable —advierte. Mejor me callo, no quiero hacerlo de enojar más. Me termina de bañar, me pone ropa limpia y me mete en las sábanas, las cuales cambio por unas limpias; me cobijo como si fuera mi padre, giro mi cuerpo para darle la espalda. Realmente estoy molesta con él por desquitarse conmigo. No dice nada y se acuesta aun lado de mí. El silencio de la noche y de la habitación hace que nos quedemos dormidos