El Socio de mi padre
Capítulo 27

Amaia Domínguez García León, Guanajuato, México No sabía qué hacer para consolar a Axel, lo peor de todo es que, tampoco sabía ni cómo demonios controlarme yo, todas esas situaciones a mí me rebasaban y no sabía qué hacer en ese momento, solo podía hacerle saber que estaría ahí para él siempre, pasara lo que pasara. Estuvimos abrazados un largo rato y al separarnos pude ver, por primera vez en mi vida, a Axel llorando. –Mi amor, Elisa va a estar bien – Le dije convencida – Te amo, ya no debe de tardar en llegar la ambulancia. No sabía qué más decirle, estaba en iguales condiciones, no entendía por qué su hermana se había desmayado y no se le podía hacer reaccionar. Eso me ponía muy nerviosa y se me pasó por la cabeza del que no pudiera despertar jamás. –También te amo Amaia, me siento mal, espero que no sea muy tarde – Le salían muchas lágrimas de sus hermosos ojos – Creo que ella está enferma del corazón, pero no estoy seguro de eso. Eso estaba muy grave, tenían que venir a ayudarnos, yo no sabía qué hacer en estos casos, era la primera vez que se presentaba ante mí algo de esta magnitud. –Tranquilo mi amor, voy a llamar de nuevo para pedirles que se apuren a venir. Afortunadamente, no hubo necesidad, la ambulancia se apareció en la casa de Elisa en el menor tiempo de lo pensado. Bajé a abrirles la puerta, dejando a mi Axel arriba con Elisa, él no se quería separar de su hermana. –Buenas tardes, señorita – Me dijo el paramédico – Puede indicarnos a mis compañeros y a mí ¿Dónde se encuentra la paciente? –Buenas tardes, doctor, claro pasen por favor – Los dejé entrar – Ella está en la planta alta. –Muchas gracias. Yo me quedé en la planta baja, mientras los paramédicos subían a auxiliar a Elisa, lo que menos quería yo, era interferir en esos momentos en los que ella necesitaba atención y no debía haber más personas de las necesarias allá arriba. Ellos subieron a Elisa a la camilla y le pusieron algo en la nariz, que no supe lo que era. La sacaron para subirla a la ambulancia y yo no pude evitar, llorar. Axel salió detrás de los paramédicos, para escuchar sus indicaciones. –Señor Vega, lo sentimos mucho, pero solo puede subir una persona con ella en la ambulancia – Dijo el paramédico – Cómo puede ver, no tenemos mucho espacio aquí atrás. –Entiendo, pero es que queremos ir los dos con ella – Manifestó Axel. –Mi amor, vete con Elisa y yo los alcanzó allá – Le sugerí a Axel – No pasa nada, en serio. Me puedo ir en un taxi. –No mi amor, llévate mi carro y nos vemos en el hospital – Él me abrazó y sentí que temblaba en sus brazos – Amaia cariño, tú te sentías mal, ¿Puedes conducir? –Sí, mi amor, ya se me ha pasado. Vete con Elisa, allá los alcanzo
–Gracias, cariño. Axel me dio un beso rápido y me entregó la llave del auto. Él se subió en la parte de atrás de la ambulancia con los paramédicos y yo, me subí al auto y me fui siguiendo a la ambulancia durante todo el camino al hospital. Mientras conducía, no podía evitar llorar, yo no sabía que Elisa estaba enferma del corazón y no quería que le pasara nada, ella tenía que vivir o mi Axel se iba a morir con ella. Llegamos todos al hospital, yo me fui al estacionamiento a dejar el auto y después bajé corriendo para entrar a encontrarme con Axel. –Mi amor, ya estoy aquí, ya estamos juntos – Lo abracé de inmediato, sin querer soltarlo – Todo va a estar bien, ya van a atender a Elisa. –No lo sé Amaia, tengo mucho miedo por mi hermana – Me dijo con su voz hecha pedazos – En la ambulancia, dos veces, estuvo a punto de caer en paro. –No mi amor, no pienses así. Ella va a estar bien. Tiene que estar bien. –Amaia, no sé qué haría si no estuvieras conmigo. No podré volver al despacho con Ale y no quiero quedar mal con nada. No me quiero mover de aquí, sin saber de mi hermana, siento que todo me está rebasando cariño. Axel estaba muy afectado, lo cual era lógico. Yo, de solo pensar que algo así pudiera pasarle a Ale, me moriría. Podía entenderlo perfectamente, seguí abrazándolo y después nos fuimos a sentar a la sala de espera. –Mi amor, por el trabajo, no te preocupes – Tomé su mano y la besé – Yo puedo ir y ayudar a Ale, en lo que tengas pendiente. Me sabía la mayoría de los casos en los que trabajaban, por no decir que todos, pero no lo quería dejarlo solo, esperaría a que llegara alguien más para poder irme. –No Amaia, no te vayas, te necesito a mi lado. No puedo pasar por esto, sin que estés conmigo. Si no fuera por ti, ya estaría hecho trizas. –No, no me iré entonces
Le llamaré a Ale y le explicaré lo que ha pasado con Elisa, para que ella sepa también y que les avise a los clientes que tengan y también a mi papá. –Gracias, cariño, mándale mensaje mejor. No quiero que nos separemos, ahora menos que nunca. –Cómo digas mi rey, está bien para mí. –Gracias, Amaia, te amo. –Yo siempre, te amo más. Le mandé mensaje a Ale y ella me dijo que se encargaría de todo y, ya que terminara con los pendientes, vendría a ver la situación de Elisa y claro a ver a Axel. Pasaron cerca de 4 horas en las que no nos daban informes y eso empezó a desesperar a Axel. –Amaia, ¿Por qué no nos vienen a dar informes? Ha pasado demasiado tiempo, alguien tiene, ya que saber algo de Elisa – Axel estaba desesperado – Esta espera, me está volviendo loco. –Mi amor, estás cosas son así y te pido que te calmes. Deben estar haciendo todo para que ella mejore, por favor tranquilo Axel. Sí, había pasado demasiado tiempo, pero no podíamos hacer nada, los doctores sabían en qué momento salir para dar su informe, con desesperarnos no íbamos a hacer nada. –Está bien Amaia, pues es que no vienen a decir al menos el estado en el que la encontraron al valorarla. Yo necesito saber, para ver si debo avisar a mi mamá, para que se venga de Guadalajara. –A quién no le has avisado y si vive aquí en León es a Lore. Ella seguramente si puede venir y necesita saber lo que pasó, o eso creo yo. –Tienes razón mi bella Amaia, voy a avisarle a Lore que tan pronto se desocupe, me marque, para poderle explicar lo que pasó. Lorena, su otra hermana, estaba cerca, así que ella podía venir para que se apoyaran entre los dos. Axel de la desesperación se había olvidado de ella por completo. –Está bien, mi rey. – Lo abracé