No más palabras
Capítulo 14

Estorbo se acerca con pereza a él, pero después de olerlo no parece interesado, por lo que se deja caer acostado boca arriba esperando que alguien acaricio su perezosa barriga. —Ese es el perro de papá, se llama Estorbo y básicamente eso es lo que es— me agacho y rasco la panza del perro que parece feliz por la acción—, pero me agrada, incluso aunque a veces me haga pisar sus residuos y creo que papá también lo quiere. —No es de raza— sonríe, como si esa noticia fuera la mejor del mundo. —Lo encontré saliendo del apartamento de Cristian hace poco más de un año, me siguió hasta mi auto y aunque estaba feo, flaco y sucio, tenía una mirada tan emotiva, no pude abandonarlo y decidí que podía ser la compañía perfecta para papá. Acaricio el pelaje del ahora sano, rechoncho y perezoso Estorbo antes de ponerme de pie. No sé muy bien qué hacer. Hace un año se supone, todo siempre quedaría en correos, ahora él está aquí, frente a mí. — ¿Cristian? — ¿Ah? —Dijiste que lo encontraste saliendo de la casa de Cristian. —Oh, es Cristian Jaramillo, somos buenos amigos— como para a veces cuando la frustración sexual gana terminar desvistiéndonos—. Una de esas personas geniales que se ha dejado entrevistar por mí. — ¡Maldita sea! — escucho el grito de papá. Me olvido de Paul y camino hasta la sala encontrando a papá maldiciendo con una cantidad insana de palabras prohibidas mientras no puede pasar a través del espacio de un estante de madera y la mesa. Sus manos tiemblan y sé que está a instantes de tener un arranque de ira. Amber debe de estar arreglándose para irse a disfrutar su fin de semana y técnicamente desde el momento en el que puse un pie en casa, este volvió a ser mi deber, lo cual no me molesta o sorprende. —Papá, ya sabes, te he dicho que evites pasar por ahí. Deja de intentarlo. —No puedo hacer ninguna mierda bien desde esta maldita silla ¿Cuándo terminará esta pesadilla? —Sabes que no me gusta que digas eso. ¿Quieres que de nuevo fracase intentando mover esa puta silla lejos de la mesa para descubrir que la casa es demasiado pequeña y no hay espacio para eso? —Pura mierda. —Sí papá, pura mierda. Aunque me siento tensa mi postura es relajada, a veces creo que percibo a papá como un animal salvaje, uno que percibe cuando yo tengo miedo de sus reacciones o estados de ánimo. Ve detrás de mí y alza su barbilla orgullosa. — ¿Quién eres? Volteo y encuentro a Paul que ve de papá a mí antes de acercarse a papá o eso intenta antes de que yo tome su brazo y lo detenga
Me mira con confusión, pero todo lo que le doy es una negación con mi cabeza antes de liberarlo de mi agarre. —Papá, él es el primo de Amber, es Paul Coleman, el escritor de ese libro que tanto te gustó. Es la principal razón por la que comencé a leerlo. El doctor de papá recomendó que leyera para dispersar su mente y relajarse, fui a una librería y obtuve un montón de libros, entre ellos algunos pocos de Paul. Leí tres de ellos y papá y yo amamos muchísimo uno. Incluso sentí que ese libro nos ayudó a tener de nuevo algo en común de lo que pudiéramos hablar con emoción real. Por ello quise entrevistarlo, estaba – estoy – llena de admiración hacia él porque considero que hace magia con las palabras. Es su don. Pero desde luego sus libros no es todo lo que papá conoce de Paul Coleman, como si fuera posible, papá alza aún más su barbilla observando con fijeza a Paul. — ¿Este es el escritor que te ha llamado sosa, Eli? ¿Es quién te ha estado molestando? Disfruto ver la expresión de desconcierto de Paul, creo que bajo su rastro de barba percibo algo de rubor mientras parece no saber qué decir. —Si papi, este es el escritor que me ha llamado sosa, hueca y loca. —No precisamente. —No se retracte de sus palabras ahora, señor Coleman— lo interrumpo. —Mi esposa y yo no criamos a una niña sosa, hueca y loca, joven Paul. Creo que mi Elisabeth es todo lo contrario a ello. —Estoy seguro de que es así señor. —Entonces ¿Por qué aún tengo un correo en el que me llama sosa? Creo ver un sonrojo a la altura de los pómulos de Paul, pero antes de que pueda ponerlo más incómodo papá dice su nombre. —Debo admitir que tiene usted un excelente don para escribir, me ha gustado leer sus libros. Incluso podría obtener el crédito de ser quien le sugiriera a mi hija entrevistarlo. Le sonrío a papá antes de asentir con la cabeza hacia Paul, quien seguramente no se esperaba esa noticia bomba. —Muchas gracias señor. —Puedes llamarlo Dante
—Eli, deja de pensar que todos tienen derecho a llamarme por mi nombre. Y usted será mejor que deje de molestar a mi Eli. Mi hija no es sosa ni está loca— se queja papá antes de comenzar a manipular la silla para desplazarse lejos. — ¿A dónde vas? —Es mi casa, sé cómo movilizarme. Sin decir absolutamente nada más lo observamos irse, me cruzo de brazos enfrentándome a Paul. —Lo has conocido en su faceta más dulce, siéntete afortunado. — ¿Esa es su faceta más dulce?—Definitivamente, sí— me alzo sobre las puntas de mis pies para observar por encima de su cabeza—. Supongo que tu prima aún no está lista y yo no he terminado de comer. Tienes dos opciones. —Dilas. —Te sientas acá a esperar exponiéndote a que papá venga y te dé más de su dulzura o venir a verme a comer. —Me voy por la segunda opción. —Buena elección— comienzo a caminar y sé que me sigue—. Y espero no estés viéndome el culo, una persona honrada como usted seguramente no comete actos tan irrespetuosos como esos. —Claro, nunca en la vida. Volteo y atrapo su mirada más debajo de mi espalda, enarco una de mis cejas. Él sonríe y alza las palmas de sus manos. —Veía qué tal lucen tus rodillas. Soy una persona honrada, recuerda. No puedo evitar reír, me siento frente al desayuno que seguramente ya se encuentra frío, pero que sigue tentándome a romper mi control sobre qué comer